lunes, 31 de octubre de 2011

Off.

No soy Neurologo, ni Psicologo, ni Psiquiatra, pero si está mi cabeza, zona que estos y estas profesionales estudian día a día, perturbada, dañada, loca y desde ya, puesta  a disposición de ellos y ellas. Y sin conocer nada de este mundo, si que conozco mi mente a la perfección y sé cuando quiere exteriorizarse o esconderse. Sé cuando me deja ir y cuando me agarra.

Que me abran el cerebro en canal, que me saquen los sesos que aún puedan valer para pruebas, que hagan de mi un ratón de la boratorio. Que me dejen la cabeza seca, si hace falta, que me echen sal -da igual si es gorda o fina-. Que la vacien hasta poder ver su fondo, que la limpien y la utilicen de copa para tomar el mejor vino después de una larga y extrema operación. Que estudien mis pocas neuronas unos, que encierren las más locas, otros.

No entenderé jamás el gran y terrorífico poder de la mente humana. Capaz de asesinar, de amar, de odiar, de querer, de mandarte señales para hacerte reír, también de mandarte llorar. ¿Por qué el cerebro humano es a veces tan inhumano con el humano? ¿Qué le hemos hecho? ¿Por qué puedes ser feliz a la una del mediodia y un oscuro cuerpo sin vida a la tres de la tarde? 

Me sentía acorralado, encerrado, sin escapatoria, trabajando por suerte, ¿pero que había pasado? Todo se oscureció, no podía ver nada, tropezaba con todo y a todas horas. Sólo me quedaba el corazón con vida, pero él había decaído también y no era capaz de guiarme ante tanta oscuridad. Sus latidos los sentía en la lejanía, no llegaban a mis ojos para darme esa luz. Mientras, la oscuridad seguía comiéndome, me tragaba a cada segundo, no dejaba nada de mi, no había desperdidicios para posibles perros. Cuando acabó con mis piernas, todo le fue más fácil. Yo abatido, sin apenas aire que tragar y posteriormente expulsar, veía la muerte. Curioso, ante mi ceguera, si que podía ver la muerte dar vueltas sobre mi. Imaginé los buitres carroñeros cuando están apunto de lanzarse contra su presa. La muerte me transmitía frío, me rozaba mi rasgado cuerpo, dañándolo más aún. Quiso y lo consiguió, dejarme sin aire, me acartonó. La muerte me llevó y mi corazón desapareció.

¿Qué pasó realmente durante la comida? ¿Dónde habías estado con anterioridad? ¿Qué te hace tan feliz e infeliz a la vez?

Ojalá no me devuelvan mis sesos, no los necesito, no los quiero, prefiero vivir de tu sonrisa, de tu mirada, prefiero vivir de ti. Esa extraña fuerza que guardas dentro de ti, hace de mi un pobre y viejo reptil. Me hubiera rendido, entregado, mi cuerpo no podía más. Estaba exhausto. Por lo que decidí hacer un brindis de ese vino y morir, ya que mi mente no puede estar sin ti.

Lisa, Lisa, Lisa, Lisa, por un beso tuyo perdí la vida entera. Lisa, Lisa, Lisa, Lisa, tu eres mi ilusión.


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