martes, 25 de octubre de 2011

La Tierra y el Sol.

Siempre son cosas de la vida, siempre viene todo a causa del movimiento de la Tierra y del reflejo de nuestro Sol. No es culpa de nadie más que de estos dos, que en momentos de mi vida camine sobre mi sombra, que pise mi vida.

Culpa de ellos dos el que grite e incluso me puedas llegar a oir. También, culpa del viento y de tu cercanía, el que no deje de oler a Ángel. Culpable el horario de la vida, el ritmo de nuestros antecesores, culpables todos por hacernos desaparecer.

Si tanto poder es el del Sol y el de la Tierra, si tanto quieren a veces que siga mi sombra, ¿por qué no desviarme y seguir la tuya?. Podríamos montarnos en su eje y girar hasta volvernos a encontrar. ¿Quién dice que no venzamos a estos dos todopoderosos?

Son muchos los deseos, las penas que se esconden bajo esa sombra, las alegrías cuando tu Ángel se introduce por mis venas más olfativas. Tus ojos brillan aún cerrados, tu sonrisA se proLonga hasta cuando estás trIste y tOdo viene desde que naciste. Maldita la hora en que naciste, maldita la Tierra por no retenerte en tu lecho, maldito el Sol por no darme luz para nacer cuando tú.

La Tierra quiere distancia entre nosostros, la distancia las crean las secas hojas de Otoño y nosotros, nos secamos como bellas obras de arte a plena luz del Sol. Plenamente convencido estoy de que te fuiste reptando como las serpientes del desierto. Apenas dejabas señal alguna sobre la fina arena de diminutos y valiosos granitos de oro brillante que cubre el árido corazón que dejaste seco tras tu mortal picadura.

Siempre ha sido la tierra más azul que marrón, pero desde el día en que te conocí, nada es así. Te impones sobre mí y decides por Mí, y quieres que viva sin ti... Sabia como nadie, piensas que la Tierra nos juntará, pero no sé si será nuestro amor, las nubes, el brillo del Sol o la vida que dejaste tras de ti.


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