martes, 31 de mayo de 2011

¿Donde pasará Belén Esteban el fin del mundo?

El primer fin del mundo.....


Inundaciones, volcanes en erupción, tornados, terremotos…todos los días noticias de este tipo inundan nuestros periódicos, noticias y conversaciones. Ya no es Belén Esteban la reina de la tragedia, ahora son otros los “matados” por catástrofes naturales, y el rey de nuestras vidas es el miedo y ……las profecías.
Las hay de todas clases, maneras y formas, analizadas todas ellas en Salvame Deluxe hasta la saciedad, no podría morir mi madre sin apagar la luz de la cocina ni saber donde estará en ese momento preciso la princesa del pueblo, si en ambiciones o en Benidorm….por eso me he preguntado esta mañana, no por la siguiente profecía sino por la primera….. ¿Cuál seria el primer fin del mundo y como fue?

Y lo encontré, como no, ligado a la religión…

Basílica de San Pedro (Roma) el 31 de Diciembre de 999. Son las doce de la noche.

El papa Silvestre II se irguió hasta el altar mayor. La iglesia estaba a rebosar, y todos se habían arrodillado. El silencio era tan grande que se oía el roce de las mangas blancas del papa al moverse en torno al altar. Y hubo todavía otro ruido. Era un sonido que parecía medir los últimos minutos de los mil años de existencia de La Tierra desde la venida de Cristo. Resonaba en los oídos de los allí presentes como el latido en los oídos de quien tiene fiebre, con un ritmo sonoro, regular, incesante. La puerta de la sacristía estaba abierta, y lo que oían los asistentes era el tictac uniforme e ininterrumpido del gran reloj que colgaba dentro, con un latido por cada segundo que pasaba. El papa era un hombre de férreo poder de voluntad, tranquilo y concentrado. Probablemente había dejado adrede la puerta abierta de la sacristía, para lograr el mayor efecto en ese gran momento. No se movía ni le temblaban las manos.

Se había dicho la misa de medianoche, y reinó un silencio mortal. Los presentes esperaban… El papa Silvestre no dijo una palabra. Parecía sumergido en la oración, con las manos elevadas al cielo. El reloj seguía su tictac. Un largo suspiro se elevó del pueblo, pero no pasó nada. Como niños con miedo a la oscuridad, todos los que estaban en la iglesia yacían con el rostro en el suelo, y no se atrevían a levantar la mirada. Un sudor de miedo cubría muchas frentes heladas, y las rodillas y los pies perdieron toda sensibilidad. Entonces, de repente, ¡el reloj cesó en su tictac! Entre los asistentes empezó a formarse en muchas gargantas un grito de terror. Y, muertos de miedo, varios cuerpos cayeron pesadamente en el suelo frío de piedra. Entonces el reloj empezó a dar campanadas. Dio una, dos, tres, cuatro… Dio doce… La duodécima campanada resonó extinguiéndose en ecos, ¡y siguió reinando un silencio de muerte! Entonces el papa Silvestre se volvió en torno, y con la orgullosa sonrisa de un vencedor, extendió las manos en bendición sobre las cabezas de los que llenaban la iglesia. Y en ese mismo momento todas las campanas de las torres empezaron un alegre y jubiloso repique, y desde la galería del órgano empezó a sonar un coro de gozosas voces, jóvenes y mayores, un poco inseguras al principio, quizá, pero haciéndose más claras y firmes por momentos. Cantaban el Te Deum laudamus: “A ti, Dios, te alabamos”.

Todos los presentes unieron sus voces a las del coro. Pero pasó algún tiempo antes de que las espaldas en espasmo pudieran enderezarse, y la gente se recuperara del terrible espectáculo ofrecido por los que se habían muerto de miedo. Terminado de cantar el Te Deum, hombres y mujeres cayeron unos en brazos de otros, riendo y llorando e intercambiándose al beso de la paz. ¡Así terminó el año mil del nacimiento de Jesús!

De esta impresionante manera describe el historiador Frederick H. Martens, en "La Historia de la vida humana", lo que debió de pasar en aquella angustiosa noche en la que se creía, en toda Europa, que era la última noche, la que desencadenaba el temido fin del mundo.

El año 1000 ha sido descrito muchas veces como una época muy radical de temores apocalípticos y de sensaciones generalizadas de histeria. Pero al final los temores resultaron ser sólo fantasías. ¿Qué fue realmente lo que sucedió en el mundo en la nochevieja del año 999? ¿Hubo pánico o sólo fue una leyenda medieval?

Historiadores de aquella época mostraban el año 1000 como un año de locura general, de pánico y de fatalidades inminentes. Tan grande fue el fervor apocalíptico que, según reza la leyenda, en el tramo de la medianoche del 31 de Diciembre al 1 de enero de 1000, la población de todo un país -Islandia- se convertiría en masa al cristianismo.

Hubo muchos rumores pero nada se hizo público por temor a que los ciudadanos, histéricos ante un inminente Armagedón, vendieran sus posesiones y acabaran apiñándose en las iglesias orando por la salvación. No importa cuántos historiadores intentaran desbancar estos mitos, sin embargo, estas leyendas perduran hoy en día. Debido a que las fuentes sobre el año 1000 son limitadas y la información es escasa, es necesario apoyarse en el testimonio de algunos testigos, en general, políticos y dirigentes religiosos, y no siempre son las fuentes más confiables.

Otros historiadores, sin embargo, avivaron más las llamas de la duda. Como Charles B. Strozier, profesor de historia en el John Jay College, que escribió: “hay pruebas de que los monjes dejaron de copiar la Biblia, es decir, dejaron de realizar las actividades fundamentales que definen la vida monástica.“

Hay muchas más leyendas acerca del inminente apocalipsis del año 1000 como las narradas por el famoso y políglota Charles Berlitz:

“El año 999 se acercaba a su fin en una especie de histeria colectiva que se apoderó de Europa. Todas las formas de actividad se convirtieron en espectros de la fatalidad inminente… Los hombres se perdonaron sus deudas, maridos y mujeres confesaron sus infidelidades y se perdonaron mutuamente… El comercio entre pueblos y ciudades fue interrumpido en gran medida; las viviendas fueron descuidadas y se dejaron caer en la ruina, ya que el hecho de acumular riquezas podría ser tomado en su contra en el día del Juicio Final. Mendigos se alimentaban de los más afortunados, los culpables de los crímenes fueron liberados de la cárcel a pesar de que muchos querían permanecer en ella, llorando por su deseo de redimir sus pecados antes del final. Las iglesias, las puertas de los monasterios y conventos, y las grandes catedrales fueron constantemente asediadas por multitudes exigiendo la confesión y la absolución. Sacerdotes impartían absolución general, de día y de noche con multitud de personas que no podían entrar y estaban de pie fuera de las grandes puertas…Los peregrinos acudían a Jerusalén desde todos los puntos de Europa. Caballeros, burgueses de las ciudades e incluso siervos, todos viajaban juntos, muchos de ellos con sus esposas e hijos, viajaron hacia el este en grandes bandadas. Las diferencias de clase fueron olvidadas en un torrente de hermandad cristiana. Algunos marchaban bajo azotes de castigo por los pecados pasados, mientras que otros cantaban himnos y salmos….

Cuando llegó Diciembre, la psicosis y el fanatismo se apoderó de las masas, surgiendo el lado oscuro de la naturaleza humana. Hubo una ola de suicidios de personas que trataban de castigarse a sí mismos antes del final o simplemente no podían soportar la presión de esperar a que llegara el Día del Juicio.

Llegó la Navidad, tal vez la última Navidad del mundo, quien sabe, con un torrente de piedad y de amor. Familias y amantes renovaban sus lazos de amor en las últimas horas. Los animales de granja fueron liberados por sus propietarios preparándolos para la muerte y la sentencia definitiva. Las panaderías y tiendas de alimentos, regalaron sus bienes y negaron las monedas de quién quería pagar… En las cálidas tierras de Italia, España y Sur de Francia a los enfermos y los moribundos en los hospitales y conventos se las sacó a la luz del día para que pudieran ver personalmente a Cristo descendiendo de los cielos.

Después de la Navidad todo cambió, de una forma más cínica y menos crédulos, se comenzó una “cuenta atrás” en serio.

Claro está, al final llegó la medianoche y no pasó nada de nada. Sería muy interesante saber lo que realmente ocurrió y si ocurrió algo realmente.

Los únicos pilares de todas las religiones es el miedo. Miedo a la muerte, enfermedad, sufrimiento, soledad, fracaso, hambre, abandono, etc. Miedo, miedo y sólo miedo por todos lados… cultivo de “dioses” y… oportunistas.

Al final toda persona termina presa de sus propios fanatismos, justo lo contrario de lo que era de esperar.
El miedo es necesario en la gente, pues esto, entre otras cosas, nos hace prudentes. Pero al ser mal conducido, desde dentro o desde fuera, se convierte en un “sin vivir”.

No tiene ninguna lógica vivir con miedo a supuestos dioses a los que hay que rendir tributo de constante, sólo para satisfacción personal de sentirse dignos de ser admitidos en este credo, sin beneficio alguno. Credo que nadie puede demostrar, sencillamente por ser indemostrable como todas las cosas que no existen. Sin embargo sí existen para los defensores de estas creencias, hasta el punto de sacrificarse para demostrar al resto del mundo que lo que ellos han defendido era “cierto”. Sí, con su sacrificio demuestran algo muy importante, que no tiene nada que ver con lo que pretendían: demuestran la inexistencia de lo que defendían, aunque mueran convencidos de lo contrario.

La supuesta histeria colectiva delante de una fecha de un calendario por interpretarla como fin del “mundo” sólo demuestra la incapacidad mental de unas personas que no se han planteado ni un sólo momento la situación. Miedo, miedo y… promesas de perdones, vida eterna y maravillas de toda índole para aquellos que hagan lo que les mande… ¿Quién? ¿Un elegido? Que bueno y… ¿El elegido también muere? Si así fuere no es más que un mortal vulgar y corriente como todos los demás por muchas túnicas de colorines que adornen su cuerpo, tocados en la cabeza, pulseras, anillos, etc.

¿Para qué preocuparse por una exterminación total del humano, si de todas formas vamos a morir con o sin compañía?

De todos modos, sea verdad o sean leyendas es curioso ver como el hombre puede actuar ante lo desconocido, ante el miedo a no saber qué puede suceder en un determinado momento.

porque somos un cúmulo de sorpresas…


Fuentes "Historias de la Historia"
                JaimeBlanco
               "Historia de la vida humana"

miércoles, 25 de mayo de 2011

Una Judía americána perdida en París - Sarah Glidden (2011)

En la estela de 'Maus' y 'Persépolis', Sarah Glidden cuenta en la novela gráfica 'Una judía americana perdida en Israel' un viaje emocional a sus raíces 

Vivimos tiempos de cómics autobiográficos y de reportajes periodísticos en viñetas. Cada vez más, la realidad y los grandes acontecimientos históricos invaden el mundo del noveno arte. Como en toda moda, el exceso ha provocado que ya se acumulen en las librerías decenas de tomos plomizos que empobrecen el lenguaje del cómic al convertirlo en una aburridísima herramienta de divulgación. Por suerte, algunas obras escapan de esa trampa y seducen, entre otros méritos, por su honradez y por culminar con éxito un reto ambicioso. La excelente novela gráfica Una judía americana perdida en Israel (Norma), de Sarah Glidden (Boston, Estados Unidos, 1980), pertenece sin duda al bando de los aciertos. Su autora demuestra que tiene bien aprendida la lección de clásicos contemporáneos y pioneros como Maus, de Art Spiegelman; Persépolis, de Marjane Satrapi; los reportajes de Joe Sacco o los cuadernos viajeros de Guy Delisle.

La autora descubrió la complejidad de la situación en Oriente Medio
"Es el relato de una persona curiosa, no un ejercicio de periodismo", afirma
En su aplaudido debut, que le valió el premio Ignatz al mejor nuevo talento, Glidden nos brinda unas memorias que relatan uno de los episodios que más le han marcado. Se trata de un viaje que realizó a Israel en 2007 acogiéndose al programa Derecho de Nacimiento, iniciativa de una fundación israelí que pagaba a jóvenes judíos de todo el mundo una visita al país. La autora, que pertenece a una familia secular, decidió apuntarse con la intención de indagar en su identidad y para intentar aclarar sus dudas sobre el conflicto entre Israel y Palestina. Su temor inicial era caer en una especie de lavado de cerebro a golpe de propaganda que le alejara de sus convicciones propalestinas.
Una vez en el terreno, Glidden no cambió de ideas, pero considera que la experiencia le permitió equilibrar sus opiniones. "Para ser sincera, lo único que se puede hacer es constatar la enorme complejidad del conflicto. Es algo mucho más complejo que la imagen que dan del mismo los grandes medios de comunicación, que lo han convertido en un espectáculo. No se trata de un juego en el que haya buenos y malos. Tras el viaje entendí que era imposible extraer una conclusión. Además, dar por concluido un punto de vista te cierra las puertas a seguir aprendiendo", defiende Glidden, que desdobla su relato en un doble viaje, uno por los paisajes de Israel y otro puramente introspectivo, pero de gran carga emocional.

Con un dibujo sencillo, la autora aprovecha las paradas de la visita turística para repasar la historia del Estado israelí y las raíces del pueblo judío, con episodios que van desde las arcanas disputas por la ciudad de Jaffa hasta los sueños sionistas de Ben Gurión (en el fondo, otro viaje más). Lógicamente, las páginas de Una judía americana perdida en Israel también están llenas de detalles de la vida cotidiana del país y de las dudas identitarias que asaltan continuamente a la autora. "No se trata de un ejercicio de periodismo. Son unas memorias, no me gustaría nada que el lector pensara que le estoy dando una lección de Historia. Para la divulgación ya están los expertos y los libros de texto. Éste es simplemente el relato de una persona curiosa, de alguien que utiliza el medio de los cómics para mostrar la subjetividad", señala la autora, que en sus nuevos trabajos sí se decantará más por el género periodístico.

No es la primera vez que Glidden, actualmente instalada en Brooklyn, visita España. De alma viajera, en 2004 pasó un tiempo en Barcelona al "autoexiliarse" de Estados Unidos por la Guerra de Irak (recaló aquí por una imagen idealizada y romántica de la "España socialista" de Zapatero, explica). Eso sí, cambiando de registro, si viviera en un cuento de hadas, le tocaría el papel de Cenicienta, porque no todos pueden debutar publicando en una de las grandes editoriales de Estados Unidos, DC Comics (la casa de Batman y Superman), que lanzó esta novela gráfica con el sello Vértigo, su línea dedicada al público adulto. Hasta entonces, Glidden se dedicaba a autoeditarse sus propios minicomics y decidió llevar una muestra de su trabajo a una convención en Nueva York. Fue allí donde un representante de DC vio algunos capítulos de la obra, suficientes para apostar por una novel. "No es algo muy habitual, porque en Estados Unidos hay muchos autores de cómics y es difícil que alguien sin experiencia cuente con ese apoyo. Tomó un gran riesgo al darme una oportunidad". Y eso es precisamente lo que más falta hace: nuevas voces para escapar de la marisma de tanta y tanta reedición lujosa de cosas muy sabidas.

Fuente: El país

Sarah Glidden

Formato: Cartoné

Nº páginas: 208pags.

PVP: 19,50€

Para comprar,  pinchar aquí

martes, 17 de mayo de 2011

Saltar el muro - Maximilien le Roy (2011)

Mahmoud es como todos los prisioneros: como no puede viajar al exterior de los muros que le aprisionan, vagabundea por su propio interior. Ebrio de sueños y de ideas, utiliza cada rincón de su corazón y de su alma para hacer errar a su memoria. Durante horas, habla consigo mismo, contándose una y otra vez la historia que ha hecho de él lo que es ahora: un refugiado palestino, recluido tras un muro de hormigón alambrado, a la sombra de los puestos de vigilancia. A veces, los prisioneros reciben visitas. Mahmoud se muestra especialmente sensible a las de las hermosas extranjeras, pero también abre la puerta a algún visitante masculino, como el joven francés que dibuja y sabe mirar y escuchar. Mahmoud también dibuja: con sus lápices, atrapa instantáneas de una libertad inaccesible. Tienen otras cosas en común, además del dibujo: les gusta charlar hasta quedarse sin aliento y recrear el mundo con palabras. Como muchos otros libros bellos, Saltar el muro nace de un bello encuentro. Maximilien Le Roy y Mahmoud Abu Srour tenían sólo 22 años cuando se conocieron y se reconocieron. No son mucho mayores ahora, y eso es lo que más sorprende, la juventud del autor y de su personaje, y el evidente mimetismo entre ellos. Porque, ¿es realmente Maximilien Le Roy el autor de este libro? Casi cabe la duda, por la generosidad de las palabras que dedica a su amigo. El talento del uno queda al servicio del relato del otro. Y si todo suena tan fácil es porque es así de sencillo imaginárselos a los dos, terminando uno la frase del otro, retocando el bosquejo, precisando el trazo.

Vamos, que salió en Marzo, pero me he enterado ahora. A pillarselo en cuanto mismo se pueda.

Saltar el muro, de Maximilien Le Roy
Rústica con solapas.
17 x 24 cm.
104 págs.
Color.
14 €

lunes, 16 de mayo de 2011

"...el hombre de hoy es el padre del mono del año 2000"

LAS 50 GRANDES MASACRES DE LA HISTORIA
Jesus Hernandez

A raíz de nuestras conversaciones sobre el ultimo post “El holocausto español” me ha venido a la mente otro libro interesante sobre el ser humano, ese ser humano tan encantador y superior en la Naturaleza.
Todavía recuerdo la cara del último vendedor en la feria del libro de mi  pueblo ante mi compra. Vi en sus ojos, mientras contaba y me miraba de reojo como pensaba: 10 euros..“la depravación humana no tiene edad, ni sexo”..20 euros,,, 40 euros, “España era un cortijo”, “Mi lucha”….”las 50 grandes masacres de la historia” y otros tantos por el estilo.....yo creo que todavia me mira de reojo cuando nos cruzamos en los semaforos....

No es que solo me lea libros de matanzas y asesinatos, no es que admire a esos dictadores, es que desde que comencé a tener uso de razón política mi curiosidad hacia estos personajes de la Historia, dictadores, asesinos, salvadores de la patria, no ha tenido limites. Es la necesidad de saber que hace a personas normales, sin fuste (como diría mi madre) en personajes históricos capaces de cometer las mayores atrocidades. Y de padres de familia, que en su nombre, se conviertan en autenticos asesinos.

Uno de los libros más estremecedores sobre la Segunda Guerra Mundial es “Aquellos hombres grises" (Edhasa, 2002), de Christopher Browning. En esas páginas, Browning, uno de los más reconocidos historiadores del nazismo y el Holocausto, nos explica la historia del Batallón 101, una unidad de la Policía formada por profesionales alemanes de clase media, muchos de ellos casados y con hijos, que se convirtieron en cuestión de minutos en un grupo de fríos asesinos, capaces de ejecutar a 1.500 judíos, incluyendo mujeres y niños, el 12 de julio de 1942 en la localidad polaca de Jozefow. De los 500 hombres que componían esta unidad, tan solo una docena se negaron a participar en la matanza. El resto, un aplastante 97,6 por ciento, cumplió eficazmente con las órdenes recibidas. Tras la guerra, todos ellos se reintegraron a su vida familiar y a sus actividades, como si nada hubiera pasado, un proceso similar al que experimentaron otros miles de criminales nazis. No sería hasta los años sesenta cuando 210 de aquellos hombres grises tuvieron que enfrentarse a un tenebroso pasado, el ser interrogados judicialmente sobre los espantosos crímenes que cometieron.

El libro en cuestión, abarca todo el rango histórico posible, desde masacres del año 1.500 a.C. hasta épocas tan recientes como el 2007. Así que, desgraciadamente, habrá segundas partes. Narra la primera derrota de los romanos a cargo de Arminio, líder de la tribu de los queruscos. Lo que se llama masacre no es ya de la lucha en sí, sino de los que quedaron vivos o intentaron huir, que fueron cruelmente sacrificados o quemados vivos. Uno de los jóvenes oficiales que escapó se llamaba Casio Querea, que pasó a la posteridad por matar al emperador Calígula. La derrota fue tan traumática para los romanos que los números de aquellas tres legiones (XVII, XVIII y XIX) no volvieron a ser utilizadas en toda la historia militar del Imperio romano.

Pero hay otras: los pretorianos cerraron el circo de Tesalónica cuando estaba lleno de gente y asesinaron a todos los espectadores. Como relataría Teodoreto: Como en la cosecha de las espigas, fueron todos segados a la vez. La matanza duró cuatro horas.

La descripción de una matanza de los cruzados por parte de Raimundo de Aguilers nos hace ver cómo eran esas matanzas:

“Maravillosos espectáculos alegraban nuestra vista. Algunos de nosotros, los más piadosos, cortaron las cabezas de los musulmanes; otros los hicieron blancos de sus flechas; otros fueron más lejos y los arrastraron a las hogueras. En las calles y plazas de Jerusalén no se veían más que montones de cabezas, manos y pies. Se derramó tanta sangre en la mezquita edificada sobre el templo de Salomón, que los cadáveres flotaban en ella y en muchos lugares la sangre nos llegaba hasta las rodillas.”

Habla de la matanza de San Bartolomé, en 1572. Los protestantes murieron a manos de los cristianos en una masacre que duró varios días. Mujeres y niños fueron arrastrados por las calles, pasados por la espada y sus cuerpos arrojados al Sena; y averiguamos por qué Oliver Cromwell es tan odiado en Irlanda, ya que su reconquista se saldó con la muerte o exilio de entre el 15 y el 20 por ciento de la población irlandesa.

También habla de las matanzas que los blancos infligieron a los indios. En 1864, el coronel Chivingon diría: Los cheyenes serán severamente castigados, o completamente eliminados, antes de que se queden callados para siempre. Yo digo que si alguno de ellos son sorprendidos fuera de su área, lo único que se puede hacer con ellos es matarlos; y en otro discurso dijo: Hay que matar y cortarles la cabellera a todos, grandes y pequeños. El incluir a los niños en esa política respondía a que las liendres se transforman en piojos. Pues este encanto de hombre atacó a una aldea de indios pacíficos cuyos hombres estaban cazando bisontes en el momento de la masacre. Aunque izaron la bandera blanca al oír cómo se acercaban, Chivington ordenó el ataque al campamento desprotegido. Mataron a mujeres y niños, a los bebés en manos de sus madres, incluso un testigo afirmó ver a una mujer india embarazada a la que habían abierto el vientre de arriba abajo y con el feto a su lado. Los atacantes descabalgaban para mutilar y cortar las cabelleras a las víctimas. Ya lo había advertido: Estoy completamente satisfecho con la idea de que matarlos [a los indios] es la única forma en que tendremos paz y tranquilidad en Colorado, o Voy a matar indios y creo que es justo y honorable usar todos los medios que Dios ha puesto a nuestro alcance para matar indios. Este Dios debía ser un traficante de armas, sin duda.

Claro que cuando los indios pillaban a los conquistadores no se andaban con contemplaciones. En Fort Kearney, “La Colina de la Masacre” (1866), el oficial que recogía los testimonios escribió: Ojos arrancados y abandonados sobre las rocas; narices y orejas cortadas, mandíbulas tronchadas, dientes arrancados, cerebros sacados y colocados en rocas, entrañas extraídas y expuestas, manos amputadas, pies cortados, brazos arrancados, partes pudendas arrancadas. Ojos, bocas y manos atravesadas por lanzas. Cráneos cercenados de todas las maneras posibles, músculos de piernas, muslos, estómagos, pechos, brazos, arrancados de su sitio. Durante el invierno, los indios se resguardaban del frío y era el momento en que los americanos, al mando de Custer, decidieron atacar. Se abalanzaron sobre el poblado. Una mujer tenía en sus brazos a un niño blanco de unos 10 años procedente de un rapto. Cuando los soldados acudieron a salvarlo, ella lo mató al instante. Aunque la mayoría de los que murieron fueron mujeres y niños, lo consideraron como una gran victoria militar.

No sería la única. Después de algunas frustraciones y fracasos en encontrar una determinada tribu de indios, el comandante Baker decidió atacar un campamento vecino. No tenía nada que ver con el anterior; al contrario: mantenía relaciones amistosas con los blancos. La mayoría de los guerreros estaba cazando y los soldados americanos arrasaron el poblado. El jefe, llamado Corredor Pesado, resultó muerto en el momento en que salía de su tienda con una bandera estadounidense que le había sido entregada por el ejército para asegurar que nunca sería atacado. El campamento fue totalmente incendiado y murieron todos los ancianos, recién nacidos y heridos. La única baja de los americanos fue el teniente Doan, que había caído de su caballo y se había roto una pierna, para morir más tarde por una infección. El general Sheridan mostró todo su apoyo a Baker e hizo todo lo posible por frenar la investigación. Sheridan, a su vez, contó con el apoyo del general William Sherman, el gran héroe nordista de la guerra civil, quien mintió a la prensa asegurando que la mayoría de victimas de aquel ataque eran guerreros armados. Nunca se emprendió una investigación oficial y la historia ha acabado por ignorar el episodio.

Como ya podréis intuir, intentar engañar a la población de las acciones del ejército es la regla y no la excepción, y sigue siendo algo muy actual. En la masacre de Wounded Knee, en la que murieron 320 sioux, el ejército llegó a condecorar a a los soldados del Séptimo de Caballería, pero los relatos en los que se explicaba la matanza de mujeres y niños y las fotos aportadas arrojaron dudas sobre la actuación del Ejército.

También narra una masacre que había sido adjudicada a las SS hasta 2001, cuando se supo que había sido cometida por los propios vecinos del pueblo. Habían convivido judíos con no judíos, pero cuando hubo la ocupación por las tropas alemanas, los no judíos salieron con hachas, machetes y cuchillos dispuestos a asesiar a quienes habían compartido la aldea con ellos hasta ese momento. Hicieron la matanza con tal entusiasmo que los alemanes proyectaron las imágenes en salas cinematográficas para demostrar que la persecución contra los judíos polacos procedía de la propia población polaca. El clero católico del pueblo no hizo nada por impedir que sus fieles participasen en la masacre.

También habla de ocasiones más famosas, como la de el asalto de los Juegos Olímpicos de Munich de 1972, la de los escolares de Beslán o la de My Lai.

Una de las conclusiones que se extrae después de leer todas estas cosas es que los culpables casi nunca pagan. Y a alguno lo condecoran, como a Menahem Begin quien, encima, se llevó el Premio Nobel de la Paz de 1978. Tampoco juzgaron al falangista libanés Elie Hobeika, considerado el responsable material de la matanza de Sabra y Chatila; o también perdonan como hicieron con las guerrillas que habían llevado a cabo la masacre de Sidi Rais en fechas tan recientes como 1997.


“El que los instigadores o los autores de una masacre acaben pagando su culpabilidad es, lamentablemente, una excepción histórica. Podríamos decir que, paradójicamente, cuanto mayor es el número de personas asesinadas, menores son las probabilidades de que los criminales comparezcan algún día ante la justicia.”

sábado, 14 de mayo de 2011

El Holocausto español - Paul Preston (2011)

El Holocausto español. Por fin llega la obra definitiva de Paul Preston sobre la represión llevada a cabo por ambos bandos durante la guerra civil española y la inmediata posguerra. El holocausto español se remonta a los orígenes ideológicos de la orgía de violencia que se desató en España en julio de 1936 para, con el mejor estilo de los historiadores anglosajones y su extraordinario conocimiento de las fuentes directas e indirectas, reconstruir la atmósfera de la guerra y detalla las masacres cometidas por el ejército franquista en su avance, los desmanes en la retarguarardia republicana y la política deliberada de represión que impuso Franco tras el fin de la guerra, con un número de ejecuciones de proporciones increíbles. Para poder juzgar el pasado es fundamental saber qué pasó realmente; en El holocausto español, Preston nos da las claves del periodo más oscuro de la historia de España.

Ahora a comprarlo y merendárselo.




Nº páginas: 768 pags
Lengua: CASTELLANO
Encuadernación: Tapa dura
ISBN: 9788483068526
Nº Edición:1ª
Año de edición:2011
Plaza edición: BARCELONA 
Precio: 29`90 

viernes, 13 de mayo de 2011

De Campeón a Triunfador


Palabras sinónimas por lo que en un principio, hablar de una u otra, debería dar exactamente lo mismo. Podría ser “vencedor” también, pero ya eligieron por mi hace muchos años ser campeón y ahora, yo, con un poco de palabra (la cabeza por lo visto no se me arregla), elijo o me he decantado por triunfador. No voy a matizar que es cada cosa, de donde provienen los nombres, quiero limitarme a expresar el resultado final de esa transición, el clímax vivido de esa nueva, extraña, difícil y diferente decisión que tomé el 29 de Abril de 2011.

De Campeón lo tenía todo y no tenía nada -me quedo con esto último-. De Triunfador no he tenido nada y puedo tenerlo todo. Para ser sinónimos, empiezo a ver como se distancian (bastante) sus mundos, como los dos polos sur de un imán, que nunca dejarán de repelerse. No es lo mismo gritar Campeón que Triunfador, no puedo sentir nada de lo nuevo, aunque de lo viejo, cada vez, siento menos (aunque duela). Que grande ha sido uno, podría serlo más, pero no basta con ser Campeón. Y el otro, que grande es el otro, que grande puede ser y que grande será. Es que empiezo a pensar si no son antónimas estas dos palabras, porque no encuentro ahora similitud alguna. Mira que empiezan las dudas después de varios días donde mis venas, corazón y cabeza han bebido, saltado, cantado y viajado en otro buque, después de treinta años sin cambiar de embarcación.

De Campeón a Triunfador hay más que una simple contrariedad, hay mucho más, dentro de estas dos palabras que aparte de ser vencedoras o querer serlo, luchan por muchas otras metas recorriendo caminos totalmente opuestos. Podrían partir de una polisemia, son sinónimas y creo que terminarán (como he dicho antes) siendo antónimas.

No hay razones en este mundo para explicar a veces, algunos movimientos, actos y decisiones. Pero también hay segundos en la vida en los que debes decidir si para allá o para acá, como cuando llegas a través de un pasillo a dos puertas exactamente iguales (sinónimo) y no sabes por cual decantarse (comienza la polisemia) y te decides finalmente por la de la izquierda (por ejemplo) y cuando entras, ves la antonimia.

Fue el último día, a última hora, no había más segundos de cuello, margen o incertidumbre. O Triunfador o nada, porque Campeón, podría haberlo sido, pero no me apetecía seguir intentando ganar con esa tripulación (no todos luchan por lo mismo ni de la misma forma). Quería ser ganador, quería vivir también esta vida que he elegido, que me está tocando afrontar, quería probar y ver como me resultaría todo en este nuevo viaje, en esta nueva homonimia festera. Y siempre, seguir siendo yo por encima de todo.

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