lunes, 24 de octubre de 2011

El final


Me daréis la razón cuando digo que el otoño es la mejor estación del año- necio yo con esto-, pensaréis como yo, cuando pienso que la vida es para amarla, para atraparla y estrujarla como si fuera el último suspiro de tu vida. Es difícil pensar o creer si existe otra vida paralela a esta, antes, durante o después de la vida presente. Por lo tanto, tengo mis serias dudas de poder adivinar si lo que no se consigue en esta vida, podrá ser alcanzado en esa otra tierra, vida, o en la muerte, que es más pesada que la madre que nos parió –la única persona capaz de morir por lo que una vez creó-, paradojas de la vida, paradojas del amor.

La semana del 17 al 23 de Octubre de 2011 probablemente sea recordada, archivada y memorizada de por vida. Un servidor cumplía años el 19 de Octubre –tres días después resucité-. La organización E.T.A comunicaba el ¿definitivo alto el fuego?, adiós a las armas y una Euskadi libre de temor, asesinos y por fin, un deseado pero duro camino a la paz tanto para vascos, como para el resto de ciudadanos españoles. El 21 de Octubre era el final a cincuenta años de sangrientas masacres estúpidas que si que han hecho llorar de por vida y con conciencia a sus victimas. Pero cuatro horas antes de ese mismo 21 de Octubre. Los rebeldes libios atrapaban al Coronel Muamar Gadafi y sin más miramientos y ahora habrá que esperar la respuesta del penal institucional que va a imponer, acabaron con la vida de este dictador, que después de cuarenta años de una dictadura llevada de manera muy particular, llegaba a su final.

Continuando con el 21 de Octubre y después de las fuertes emociones tras estas noticias que incluso al Lehendakari Patxi López hicieron en Nueva York decir "Hoy presentamos al País Vasco en Nueva York y por primera vez no tenemos que explicar que, pese a los terroristas, somos un gran país”, continuaron otras más fuertes aún que darían paso al final de ese día y comienzo del 22 de Octubre. Pero estas, son ajenas para todo el mundo salvo para el que les escribe y para la gran espina que antes de resucitar colocaron en mi corazón en vez de en la cabeza y con ella dejarme inconsciente de por vida. Fue el final de los más maravillosos meses de una vida vacía, triste, inexplicablemente mal aprovechada y sin sentido. Respeto tu decisión. Y cuando intentaba comunicarme contigo pero en el otro planeta, me llega y sin apenas haber transcurrido veinte y cuatro horas, una carta de amor.
Crucificado de pies y de manos sólo he podido leer “Siempre seré tuya,…” pero imposible de contestarte, mi corazón está llorando. Posiblemente, este final sea el comienzo. Pero no sé hacia donde voy sin ti.

Y aún ensangrentado, mojado de emociones hechas lágrimas y con un futuro muy turbio, me levanto el 23 de Octubre con el triste final de Marco Simoncelli. Ese piloto tan peculiar como su propio pelo, amante del pilotaje extremo, de personalidad carismática y muy querido en toda Italia. Sería, iba a ser el sucesor del gran Valentino Rossi, pero a sus veinte y cuatro años llegó su final. Por accidente o gusto venimos al mundo, por accidente y disgusto, nos vamos de él.

Tristemente, la vida nos arranca de cuajo lo más querido. La vida, a su vez, escribe sus propias líneas en la historia de España, Libia y en la del motor. El final de apologías, derroche de poder y muertes. El final de un amor para su posible continuación y el final del amor por una pasión.

¿Semana otoñal para recordar? ¿Olvidar? ¿Llorar? ¿Festejar? El final nos lo dirá.

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