martes, 18 de octubre de 2011

Sitges`11 - Crónica -

Se acabó el Festival de Sitges y con él mi vida partida en tres salas de cine. Durante cinco días, mi alma y mi mente aún luchando contra  ella, han sido exclusivamente puestas a merced  del celuloide más fantástico, brillante, friki, animado, retro, áspero, seco, machacón, ese que te hace guardar la respiración y humorístico. Nuevamente, Sitges y su festival de cine fantástico y de terror, aunque este año, claramente dedicado a la ciencia-ficción, a vuelto a demostrar ser el más grande de los grandes dentro de este género. Con un total de dos cientos setenta títulos en diez días, cerca de las setenta mil entradas vendidas y alrededor de unas ciento quince mil personas que en estos diez días han devorado, literalmente, el cine que se les ha ofrecido, como único y principal alimento para sobrevivir y hacer olvidar lo mal que camina España.

Mi experiencia personal ahora que ya sólo queda el placer mental de ir recordando lo visto y vivido. Ahora que los premios se han otorgado, gusten más o menos. Ahora que vuelvo a la realidad, prefiero vivir con John Glass de “Hellacious Acress” en su mundo arrasado por una tercera guerra mundial y una invasión alienígena donde tendrá como encargo unas labores de cierto peligro. O con el Kappa de “Underwater Love” que por extrema -de distancia- que sea su vida –con la de John Glass-, ya que por extrema de condición, no hay por qué temer -uno se amolda o debe, a todo-. Imaoka en su ida de cabeza bien seria, nos muestra una vez más que el sentido del ridículo no se conoce en Japón. Que su Kappa finalmente, deja de ser un extraño y se convierte en nuestro nuevo héroe cautivándonos con su música, coreografías y una técnica visual de envidia.

 
Los ridículos diecisiete títulos que he podido ver me han hecho reírme a carcajadas y culpa de ello la tienen “Extraterrestre” del fantástico Nacho Vigalondo. Donde vuelve a escribir con total maestría y derroche de inteligencia, una historia que va a gustar a todo el mundo –si, a todo el mundo-  aún no gustándote las naves espaciales como trastero para una historia que marcará un antes y un después. He podido vivir experiencias donde el tiempo ha ido para adelante y atrás y siempre la tierra de eje central. “Love” de William Eubank se nutre de “2001, una odisea en el espacio” y de “Solaris” como principales referencias en su debut, que lejos de ser un déjà vu, es una toda una preciosidad cinematográfica. Sin apenas darme cuenta, he asistido al viaje más alucinógeno de todo lo que podido ver en el festival y en mucho tiempo. El culpable es Panos Cosmatos y su “Beyond the black rainbow”, donde las emociones son difícilmente  explicables si no te sientas y accedes a ser operado de la mente sin anestesia, o ser asesinado por su protagonista y sus poderes mentales de la manera más sutil que yo he visto nunca.

 
La de kilómetros diarios también valieron para llevarme el único fracaso del festival y precisamente, con la cinta  a la que más respeto le tenía por la trama a la que se sometía y por ser de los directores que más feliz me han hecho en tiempo, gracias a su “Al`interieur”. “Livide” de los franceses Bustillo & Maury es una historia de fantasmas genialmente dirigida. Visualmente, una gozada, pero sobre todo, un sobresaliente score que deja al resto de la  película por el barro. A mi los fantasmas me los muestran de otra forma o no me entran de ninguna de las miles de formas posibles que hay. Pero para fantasma por la cara que se me quedó fue con la proyección de “Road to Nowhere” del director de culto Monte Hellman, que después de veinte y tres años sin dirigir un largometraje. Viene, te abre la mente, te la llena de sal y te cuenta una historia seca, fabulosa, mágica y exigente hasta el punto de obsesionarte y alcanzar un estado críticamente insoluble. Otro cine, otros paladares y otras maneras llevadas hasta el extremo, de filmar y contar historias que perdurarán toda tu vida. Su fuerza es impagable.

Se me hace raro no hablar de cine de terror, gore o de algún otro termino parecido donde las vísceras adornaran las calles de Sitges, hígados y pulmones fueran compañeros de butaca y algún que otro vomito, el perfume perfecto para una velada de auténtico terror. No, esto no me ha sucedido durante tantos kilómetros y horas de cine. Pero si hubo alguna que lo consiguiera, esa fue la ganadora al mejor guión. “The Woman” puso esa guinda de sangre y violencia conjunta que tanto me gusta, aunque por pocos minutos. “The Woman” y esa usual forma que existe ya de contarnos los verdaderos infiernos que hay bajo el ser humano y el trato al propio ser humano, cada vez son más alarmantes y preocupantes. Quince minutos de final de historia donde tu corazón se acelerará hasta llegar a empujar tu campanilla y querer ahogarte, igual que se nubla tu mente con lo que estás presenciando.

Una de las maravillas de este festival e imagino que el que vaya es porque es un enamorado del cine y cuanto más mejor. Son sus horarios con las proyecciones. No hay límite, sólo el que el espectador se ponga, puede ser una tortura para la vista, una paliza física o una locura generalizada, que solamente se entiende si por tus venas no corre sangre, sino historias que hacen que te evadas del mundo real y claro, en pantalla grande. Siempre sueño con ser algún día el único espectador de equis película, un día de algún momento de mi vida. Una sala de cine es el escondite perfecto para llorar, emocionarse, reír, encogerse y saltar de alegría. Una sala de cine tiene vida propia como quedó bien patente con el largometraje de animación “A letter to momo” de  Hiroyuki Okiura. Son muchas las palabras para describir esta genialidad que vale para un niño como para un mayor. Me atrevería a decir, que un mayor puede incluso llegar a saborear más si cabe esta increíble historia de fantasía, amor y diversión. Una carta a momo a las dos y media de la tarde es el menú perfecto para amar la vida.

El otro momento de animación pero esta vez expresamente para adultos y con horarios para niños –a las 09:00 horas-, fue para la película de Eirc Khoo, “Tatsumi”. La obra de Yoshihiro Tatsumi es tan deslumbrante como descorazonada. Eric Khoo y con la biografía en mano de este genio, reconstruye relato tras relato una vida llena de altibajos y paradojas de manera sublime. Este film fue el ganador del premio a mejor largometraje de animación y la verdad y que todo quede escrito, la técnica es radiante, brillante y única.  

Y así, entre animaciones, preparando lo que sería una auténtica tormenta de zombies, risas y un ambiente que sólo vale si se ve. Llegó la noche con uno de los estrenos mundiales más esperados de todos. Era el turno de “Juande los muertos” y sus amíguetes, era el turno de demostrar que en Cuba aún existe vida, que debajo de esa dictadura  y sobre todo, inexplicablemente larga, hay muertos y vivos. Su director, encargado de dar el pistoletazo a la Zombie Walk y también de restregarnos en varias ocasiones que había tomado (bebido) más de lo normal, fue también el feje de ceremonias en el auditorio, que una hora después del horario previsto, nos hizo cantar un cumpleaños feliz –enorme este momento- a su actriz, de contarnos el por qué de “Juan de los muertos” y el culpable de secuencias inolvidables y diálogos memorables. Porque un aniquilador de seres queridos, siempre tendrá resguardada la espalda con los personajes más variopintos de toda la isla. Existo rotundo para un film muy gracioso. Pero gracioso, anarco-iconoclasta, hijos de puta y mil adjetivos que te puedan salir para ofender es lo que vino después. 

Comenzaba eso de las dos de la madrugada la noche más freak. Unos trailers, unos capítulos de las chicas de Femme Fatale y un de los bombazos de los que varios días después pincha sobre mi cabeza todavía. Hablo de “New Kids Turbo”, la elegida para abrir la noche más rara de toda la semana. Sus protagonistas ataviados de chandals y ropas de primeros de los noventa, ubicados en un pueblo de nombre complicado de pronunciar y de difícil búsqueda en google maps, pero que está en Holanda seguro, reventaron la sala a base de un humor muy ácido, hostias inesperadas, tiros y bombardeos, crítica al gobierno y postura reivindicativa extrema. Si el mundo hiciera lo que estos cinco chicos, seguro que el planeta cambiaba para bien en cuestión de segundos… y yo me apunto. Y si es la más freak, su momento álgido con los  Megamuerte lo demostraron. La banda subió a lo más alto del escenario presentando su “Metal Creepers”, con porrazos por las escaleras y un humor muy bizarro. Una vez en las butacas, la sinvergüencería se extendió hasta hacerle a una Femme Fatale soltar un shut up!, provocando en el resto de sus amigas fatales un orgasmo de excitación por ese mal humorado subidón que tuvo la compi. La peculiar y satánica historia de esta banda de glam metal,  transcurre mientras están en el estudio de grabación preparando su próximo disco. Su productor les entrega unas extrañas partituras que supuestamente tienen poderes mágicos… y no veas la que se lía con unos hambrientos seres del más allá. 

Pero la noche to be continued… con una de las películas monstruosamente esperada. Se trataba de “Monster Brawl” y su friki idea de subir a un ring a cuatro monstruos (Cyclops, la bruja puta, el monstruo del pantano y el hombre lobo) y luchar por separado con cuatro no muertos (La momia, la mujer vampiro, frankenstein y el hombre zombie). Interesante propuesta, pero repetitiva hasta el final aún agradeciéndose ver esto míticos del cine pasado en escena.

Y tristemente –no tenía que existir esta palabra- todo tiene su fin. Lamentablemente - tampoco me gusta-, Sitges me avisaba de que el sábado quince era mi último día. Ya no me importaba llevar más horas despierto que acostado, total, a veces sueño mejor despierto que durmiendo –cosa que tampoco suelo hacer (dormir)-. Pero felizmente –esta debería de estar en todos los colegios- mi último día de vacaciones lo volví a pasar metido en dos salas de cine y tres películas para cerrar la que considero por mi parte, una selección muy acertada de títulos y borrando así el sabor amargo de otras dos visitas con anterioridad, donde hubo más chascos que alegrías… y menos títulos.

El último paseo por la playa de San Sebastía, las últimas vistas a los estupendos stands dedicados al género, una comidita made in Italy y preparado para viajar atrás en el tiempo. Arranco la máquina que va a pararse en 1927 y me encuentro con George Valentin. Una gran estrella del cine mudo a quien la vida sonríe. Pero la llegada del cine sonoro le conducirá al olvido. Por su parte, Peppy Miller, una joven actriz –guapísima-, verá impulsada su carrera a lo más alto, al firmamento de las estrellas. Pues amigos y amigas que leáis esto, no debí bien engranar la máquina porque todavía sigo metido en ese mundo de bellas imágenes en blanco y negro, interpretaciones que asustan tanto como el no saber a veces, interpretar el lenguaje labial. Por mucho que le ruegue al aparatito, ha decidido y yo con él finalmente, quedarse para seguir degustando una impresionante y emocionante película que me hizo aplaudir de la emoción –en todas lo he hecho- hasta poder aguantar una pequeña gota en mi ojo izquierdo, que quiso tener su propia actuación. Hablo de “The Artist”, película de Michel Hazanavicius y protagonizada por Jean Dujardin y Bérénice Bejo –estilazo- de la que me acabo de hacer fan/seguidor o lo que sea, pero empedernido. 

Y sin tiempo para respirar, sólo para pensar en los minutos de absoluto silencio y un final majestuoso. Emprendo el camino para las últimas dos sesiones, para la última sala que esta vez sería el Prado. Los diez minutos que distan entre ambos refugios de los sueños también sirvieron de colchón para cambiar totalmente el chip mental y prepararse para la Coreana “The day he arrives” de Hong Sang-soo y su curiosa, fría y gratificante historia de unas vidas, algunas solitarias y abandonadas, otras, llenas de emoción. Siempre hay dos extremos. En menos de hora y media y con un blanco y negro elegantísimo, me entretuve, y dsfruté de diálogos irrisorios y casi calcados secuencia tras secuencia, como de la fotografía y su enfoque. E igual que empezábamos con Japón este festival, lo acabaremos con el mismo país. Casualidad o no, un país que continua dándome alegrías cinematográficas y, esté de moda o no, siempre estará entre los más grandes por sus historias como la de “Himizu” de Sion sono. Director que ha visto estrenarse en esta edición su tercera entrega de la que podríamos llamar trilogía de la venganza con “Guilty of romance”, pero por desgracia ésta no la pude ver y por suerte, “Himizu” me hizo contener el aliento hasta el último “Sumida, no te rindas”. Dos horas de maltrato juvenil, de secuencias como las del desastre causado por el Tsunami el 11 de marzo, que con el espectacular sonido, provocaban el malestar psíquico al instante. Una historia que Sion sono ha contado y hecho para un futuro de Japón a veces incierto y violento, a veces lleno de color, amor y mucha lucha. Un estilo para narrar y dirigir que impregna cada rincón de tu iris y una película que hace cumbre y decide no bajarse de ahí. El japonés ha adaptado el manga de Minoru Furuya dándole un toque muy personal y desolador. Genial.

2011 ha sido dedicado a la inteligencia artificial, ciencia-ficción y a la fantasía. Espectaculares los carteles, sinopsis y contenidos. Impresionantes los horarios para terminar algunas sesiones, como contento por andar al revés de todo el mundo. En la primera maratón, a eso de las cinco de la madrugada, yo mismo me contesté a muchas preguntas que rondaban mi cabeza y que hacían de mi existencia un ser hecho de cables, turbinas, códigos y fusibles. Después de aquello, mi mente era otra, parecía que se hubiera vaciado - y es como así sucedió en verdad-, eliminando con ello todo ser o resto maléfico o putrefacto y llenándolo de aire que consumir e historias tontas de las que pasar ni preocupar. La reciente acabada edición del festival de género por excelencia de Europa hace que te machaques, que creas que vas a alguna parte y termines siendo protagonista principal del camino que no te lleva a ningún lado. Todo queda ahí dentro, pudiendo sacar únicamente experiencias sensoriales muy íntimas. No sé si volveré, tampoco si mi cuerpo terminará por transformarse en molécula marciana, pero lo que si sé, es que este festival te ofrece el poder soñar gracias a lo que os he contado.

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