domingo, 28 de agosto de 2011

Habemus Papam


 Os escribe un superviviente de la descomunal y muy cuestionable visita del Papa, y por qué no, vetada visita si los laicos hubieran querido. Pero claro, eso supone poner muchas mejillas y sólo hay dos, igual, los creyentes que son tan bondadosos…

Como os decía, me encuentro en el rincón más oscuro de mi hogar, abastecido únicamente con una blackberry, un trocito de pan y un poco de vino, Amén. Decidí esconderme el 16 de Agosto, momento en el que Ratzinger aterrizó en Barajas (supongo), porque me extraña que no le hayan hecho una pista de aterrizaje en plena castellana. Pensé y dije, que lo mejor sería aislarse de toda posible información, bien por televisión (que sigo de estreno), como por radio o Internet. Me propuse alejarme de la civilización, especialmente, de la brutal marea de creyentes que saldrían locos manifestándose a través de estos medios. Deseando escuchar a un “Señor”.

Yo mismo, y por culpa de mi obsesión, me lleno de ideas para poder desde una buena cimentación, construir una envidiable narración. Eso es lo que se debe de hacer, lo que se consigue está por ver. El amor por el cine, la música, el arte, la literatura y unas cuantas cosas más, hacen que me desborde a la hora de escribir. ¿Cojo esto? ¿Tomo este camino? ¿Enlazo por aquí para luego ir por allí? ¿Pero de qué quiero escribir exactamente para hoy?

Corren como aguas desbordadas por mi mente, millones de cosas sugerentes, pero aquí escondido (que se vaya Benedicto ya, que estoy plegado como un erizo y veremos a ver como erijo) en lo más oscuro de mi piso, donde sólo me llegan mensajes con recomendaciones de cine para Benedicto XVI: Diálogos de carmelitas, Philippe Agostini, 1960; Yo confieso, Alfred Hitchcok, 1953; Palabra y utopía, Manoel de Oliveira, 2000; Ordet, Carl Theodor Dreyer, 1955. En todas ellas podemos ver el cine hecho Cristianismo. O como en el El Mesías, Roberto Rossellini , 1975 u otras donde Jesús es protagonista principal, desde las más ortodoxas: Jesús de Nazareth, Zeffirelli, 1977; hasta las más polémicas: La última tentación de Cristo, Martin Scorsese, 1988; pasando por las más físicas: La pasión de Cristo, Mel Gibson, 2004 o las más espirituales: El evangelio según San Mateo, Pier Paolo Pasolini, 1964; y hasta... ¡un musical! Jesucristo Superstar, Norman Jewison, 1973. Solamente puedo almacenar en mi disco duro, lo que será de España después las JMJ. Nada más, no me llega otra vida del exterior. Lo que sé, es por intuición y devoción.

Me puedo imaginar el gran fin de semana que pasarán cientos y miles de jóvenes en la capital madrileña. Visualizo instantáneas en un gran reciento al aire libre. Como si se tratara de un nuevo Woodstock, donde la música, droga y el sexo (pero cánticos de plegarias, drogas blandas como beber agua de Lourdes y sexo sin condón, en todo caso), camparán a sus anchas.
Me vienena a la mente, jóvenes asfixiados de calor esperando las imprescindibles rociadas de agua debido a las altas temperaturas que tiene que hacer en dicho recinto. Locos por escuchar su mensaje y ver posteriormente su vigilia.

Debe de ser indignante lo que los laicos o simplemente, ciudadanos de a pie, que no pertenezcan ni a un bando, ni a otro, deban de aguantar. Viendo como sus lugares de paseo los fines de semanas son cortados. Creo que se preguntarán, es lo que hago yo, que habiendo o teniendo sus iglesias, por qué cortar una ciudad y utilizar sus vías o parques públicos para jornadas de cristiandad, hostias y prosperidad.

Y por supuesto y debido a su fuerte llamarada, me salpican ideas (mejo no pensarlo) de cuando en los noventa hubo movimientos en Escandinavia llamados “Inner Circle”. Movimientos que no sólo se mostraron en prensa de todo tipo, por su inusual violencia, sino porque estuvieron respaldados por una ideología que los justificaba. Estos hechos violentos incluían: varias profanaciones a cementerios, amenazas de muerte a sacerdotes, dos asesinatos, un suicidio, y la quema de varias iglesias monumentales e históricas.

Trasladar esto a Madrid este mismo fin de semana sería de cine. Bueno, veo a los creyentes y a todo ser humano pagando nuevas obras en el Vaticano. Como en cualquier otro sitio de este mundo tan cristiano.

Me ha costado enderezarme, incluso la vista se me había hecho a la oscuridad. He adelgazado, a la barba, como a Jesucristo, le hace falta un repaso. El pelo, sin diadema de espinas, está grasiento. Aguantaré varios días sin noticias del exterior, aún teniendo que trabajar y ¿alegrarme? de la futura ayuda a la construcción… o a los bancos, por favor.

Próximamente, las jornadas mundiales en el Vaticano para ayudar al cuerno de África con todo lo recaudado.

2 comentarios:

Ana Banana dijo...

El escrito es propio y muy interesante. Sin embargo, la imagen es agresiva y un tanto grotesca. Le resta seriedad a una nota tan interesante. Un abrazo.

kuro... dijo...

Hola Ana Banana. Quisiera primerametne darte la gracias por escribir. Y segundo. Puse la foto porque me pareció graciosa antes que violenta o grotesca.

Los actos de Benedicto XVI antes de ser Papa, dejando pasar por alto todo lo que él muy bien sabe, si que son actos violentos e imperdonables. Pero esta foto, cuanto más, es graciosa y hace pensar bien en quien se esconde bajo esa ropa sagrada (por lo visto).

Me alegro mucho de que te haya gsutado el artículo, en serio. Y nuevamente, gracias por escribir.

Un saludo.

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