miércoles, 24 de agosto de 2011

The Capuchino Coffee (introducción)

Probablemente, si fuera una persona adinerada, seguiría allí, de donde hace tres años tuve que volverme después de siete días de vacaciones y con la inestimable compañía de McMardigan & McNaughton a mi lado. ¿Qué nos impulsó a irnos? ¿Cómo pudimos irnos? ¿Por qué nos fuimos?, pero sobre todo, ¿Por qué volvimos? En Alicante estabamos sedados, haciendo las primeras pruebas de luz con la videocamara unos, mientras el otro, no paraba de zampar dulces de las cafeterías. Fue la banda sonora de la ida la que nos dejó sin palabras, ni tensión cerebral.


o fue el aviso de "abrochense los cinturones" cuando empezamos a ver Long Island y si, es larga y grande rematá. Una hora de cinturón abrochado. ¿Qué me ahogaba más?, el cinturón, la opresión del melocotonazo, la ganas de llegar (sorpresa con las mismas que pisé tierra). ¿Qué ardía en nuestras almas?, que no dejamos un segundo escapar. Nada más llegar, zasssssss.


Quizás fue el viaje de contrastes y su posterior comida en uno de los mejores sitios para comer pasta de todo New York. Porque de alturas si os hablo, posiblemente os den vértigo. Aquella tarde en Little Italy, una pizza enorme para cada uno, la posterior tormenta, pero el anterior The Capuchino Coffee que nos dejó calmados como cuando amaina la tempestad.


Pero si que es cierto, que los kilos que gané, no fueron de comer donde yo me sé (y esas ostras y almejas que ni la olor pudimos ver),



pero si de Hamburguesas tan grandes como imaginara, con patatas por doquier y una larga caminata después.


Es posible que si nos hubieramos quedado, hambre no hubieramos pasado. Es posible también, que si nos hubieramos manhattarizado, nada de esto os hubiera brevemente contado.

De vuelta nuestros dulces oídos se deleitaron con lo siguiente


No sé cuando volveré, si sólo o con quien, pero si sé, que volveré...

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