Roma es una película de ficción con divulgaciones autobiográficas, tanto pasadas como presentes, entendiéndose éste como el momento en que es realizada la película, que se presenta bajo el hálito de las formas del documental. Un falso documental pero también una falsa ficción, porque no llega a ser ni una cosa ni otra. Fellini realiza en Roma una apuesta por el cine experimental con todos sus puntos y sus comas. Fellini no intenta mostrarnos una obertura urbana sobre la ciudad ni un documental sobre sus aspectos. Fellini va más allá y convierte la película en un calidoscopio donde el mito de la ciudad eterna se sobrepone a lo verídico y lo vivido a lo anhelado.
En muchas de sus secuencias, se nos invita a ser los propios guionistas de la película, secuencias donde somos seducidos únicamente por imágenes, donde el único sonido es el de la propia ciudad, e ir descubriendo el verdadero significado de todo. Resaltar la entrada a Roma en coche, donde el caos del tráfico y su ruido te adentran en una telaraña gigante de difícil escapatoria. Otra de las imágenes llamativas e impactantes, es cuando nos adentramos en las excavaciones del metro de Roma y comenzamos a ver con nuestros propios ojos y a escuchar los testimonios del encargado de la obra lo que allí debajo sucede. Impresiónate, único y maravilloso el mundo subterráneo de Roma. Somos testigos del descubrimiento de unos frescos totalmente intactos, estatuas, etc… Pero, para imágenes y secuencias delirantes, llamativas y mágicas, la del desfile de moda con ropas eclesiásticas, totalmente onírica, puro exhibicionismo religioso. Pero Fellini continúa, y nos muestra la Roma oculta, la Roma de los prostíbulos de la posguerra y del presente, proponiéndote una curiosa mezcla de lo extravagante con lo sombrío.
Roma es un trabajo que todo amante del cine no debe dejar pasar por alto. Una película nada fácil de ver y menos todavía, de digerir. ¿Quién se resiste?, la mejor forma de comprobar y degustar este dulce experimento, es viéndolo y reflexionando posteriormente.
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