viernes, 22 de abril de 2011

La Pasión de Cristo - Mel Gibson (2004)

Horas antes de su muerte, preparo mi dulce sillón, blanco y impoluto como la futura sabana blanca. También, debido a sabiendas a lo que voy a ser expuesto durante dos magistrales horas, me apetece tenerlo todo curioso. Ya se encargarán los soldados de Pilatos de dejármelo todo como la carnicería de mi vecino. Un latigazo, un varazo, una crucifixión de “puro” cine es para mi “La Pasión de Cristo”. Creencias fuera o dentro, venga, no me voy a pelear. El trabajo de Mel Gibson supuso en su momento (y, sinceramente, para el resto de la vida) un auténtico shock mundial debido a como afrontó, realizo y plasmó esas últimas doce horas de la vida de Jesús de Nazaret –lástima que no pueda sonar la pronunciación cuando se escribe-. Técnicamente: impecable, soberbia y magistral. Argumentalmente: aplastante, máxima delicadeza y cuidado exhaustivo de cada uno de los diálogos. Parte esta, probablemente, la más importante, dura y excelente de la película. Se carece de mucho diálogo, los que hay, son subtitulados, ya que Gibson decidió que la película se filmara en la lengua original vamos, que escuchamos el verdadero arameo, hebreo y latín de entonces. Ganando así esta arriesgada, inesperada, pero necesaria película, el todo por el todo (y no quería ni subtitularla. Hubiera sido la hostia, pero no la que se come).

Del Huerto de los Olivos (Getsemaní) después de la última cena, a ser llevado a Jerusalén tras la traición de Judas Iscariote, para ser juzgado por blasfemo. Pasando por Herodes y volviendo a Pilatos, donde se dejará en las manos del pueblo, el devenir de este supuesto blasfemo, que dice ser, el Mesías.


Caifás, no da a torcer y quieren la crucifixión, pero antes, pasaremos por la zona de despiece donde, como decía antes, soldados de Pilatos protagonizarán una de las secuencias, momentos, regalo, pasmo, dolor y flagelación extrema que se pueda experimentar en un cine. Doy gracias a Mel Gibson por mostrar el dolor como lo mostró y a Caviezel, por como lo vivió. Esto si que es un regalo de las nubes. Pero no tanto para monjas y curas que asistieron a la sesión anterior a la mía, que salieron clamando al cielo y perjurando que la película era una barbarie.

Y ya azotado y sobrepasada la humillación y toda violencia posible. Jesús de Nazaret se convierte en portador de una hermosa, pero punzante diadema y de un crucifijo de enormes dimensiones para llevar el mismo, todo, a Gólgota, lugar donde será crucificado.

El final de La Pasión de Cristo lo dejo abierto a cientos de comentarios, especulaciones y tesis. Sólo quiero alabar el grandísimo trabajo de un grandísimo director, de fuertes creencias y, que dejó a todo humano que ha sido o fue digno de verla, sin palabras. Creyente o no, que es como hay que ver el mundo, esta película es inconmensurable de bella. Su dirección, fotografía, actuaciones y gesticulaciones y su poderosa y oscura música, la delatan.


 אל תתנו להם להרוג אותו           

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