jueves, 12 de abril de 2012

Encerrado.



Sin saber que hacer, que escribir, leer o hacia donde desaparecer.
Habiendo cosas por hacer, por levantar y enterrar.
Cosas por olvidar y otras por aprender.
Cosas que poner en practica para volar y salir de este nuevo lugar.

Porque dormir no es la solución, ni para el escaso tiempo de la disolución.
Porque esconderse no es el remedió a vociferar en ningún medio o bajo ninguno de ellos.
Porque no sé si la música, esa terrible pasión, o el séptimo arte, ese loco amor, son la buena salvación.

Necesito la evaporación, como la del combustible de un coche sin usar.
Chillar o gritar, callar o escuchar. Morir, sonreír, vivir o pasear por la extraña senda de mis venas.
Terminar de arrancar, de salir en sexta de la parrilla de salida y terminar en lo más alto del cajón.

La salvación no está en un partido, en una copa, un café o la compañía. No flota la salvación.
Nada inexistente dentro de mi, que sale para comer(me). Insistencia que se traga mi propia vida, cuando a ella le doy de todo, pero que me exprime como a un limón y me escupe como lo más agrio degustado.
Porque ni los besos, ni el amor, ni la compañía salvan tu nueva vida.

Estoy ahí, porque me veo y siento, pero también me transparento y el vaho lo certifica.
Encerrado en la necedad, el ocultismo y el ostracismo. 
Desnudo, arañado y dispuesto a ser quemado.
Propósitos y pensamientos. Sueños y noches. Mañanas y sueños.
Encierro en mi la solución, pero no encuentro el sacacorchos adecuado.

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