sábado, 12 de marzo de 2011

Montanelli, NO a Berlusconi

“El Gobierno presidido por Silvio Berlusconi ha aprobado hoy en un Consejo de Ministros extraordinario el proyecto de ley constitucional de reforma de la Justicia que, en esencia, limitará el poder investigador del ministerio público y reducirá la independencia y autonomía de la magistratura.”
Noticia publicada por el Diario el Pais, el 10 de Marzo del 2011.

Cuando Berlusconi iba de visita a Il Giornale no subía hasta la tercera planta. El periódico era suyo pero en esa planta el único soberano era Indro Montanelli. Desde ella dirigía el diario conforme a su criterio, sin aceptar ningún tipo de ingerencia del próspero empresario. Esa regla no escrita fue respetada escrupulosamente por Il Cavaliere desde 1979, año en que se hizo con la mayoría del accionariado de la publicación, hasta 1994, cuando propuso a su director modificar los términos del pacto. Berlusconi le pidió a Montanelli que el periódico debía ponerse al servicio de sus ambiciones políticas.
                                               
                                  Y Montanelli le dijo que NO.

Hoy, este periodista, se sentiría consternado si tuviese que publicar ese titular o si pudiese saber de algún modo que Il Cavaliere lleva ya 20 años en el poder, gobernando Italia con los modales más desvergonzados jamás vistos en la historia democrática del viejo continente.

Periodista y escritor italiano, una de las figuras más destacadas del periodismo del siglo XX. Indro Montanelli nació en Fucecchio, el 22 de abril de 1909, en el seno de una familia de la alta burguesía.
Estudió derecho, literatura y ciencias políticas en la Universidad de Florencia y amplió estudios en París. Debutó en el periodismo en el diario Frontespizio en 1935 con un resonante y polémico artículo sobre lord Byron y el catolicismo. Posteriormente trabajó en París, como reportero de Paris-Soir, y en Nueva York, en la agencia United Press.

Favorable en principio a Benito Mussolini, se afilió al Partido Nacional Fascista (PNF) y combatió en la campaña de Abisinia (1935). Llegó a España en plena Guerra Civil (1937), como enviado del diario Il Messagero, y sus crónicas, muy críticas con la intervención italiana, le granjearon las iras del poder, hasta el punto de que fue expulsado del partido único y del sindicato de periodistas. Obligado a exiliarse, retornó a Italia en 1939 y comenzó a escribir en Il Corriere della Sera, bajo la protección de su director, Aldo Borelli.
Tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial publicó crónicas desde Finlandia, Noruega, Albania y Grecia. Entrevistó a Hitler, pero también a Churchill, De Gaulle y al papa Pío XII. Fue detenido en 1943 por los fascistas y condenado a muerte por un artículo sobre Mussolini y las relaciones con su amante, Clara Petacci. Le salvó la vida el arzobispo de Milán, Ildefonso Schuster, beatificado por Juan Pablo II. Tras diez meses en la cárcel, logró escapar y se refugió en Suiza. Su experiencia carcelaria le inspiró una bella novela, El general De la Rovere, patético personaje inmortalizado en el cine por Vittorio De Sica en una película de Roberto Rossellini.
Al terminar la guerra, regresó a Italia y al Corriere, en cuyas páginas se fraguó su prestigio como maestro y guía profesional del periodismo italiano. Respaldó a la OTAN y lanzó diatribas constantes contra el muro de Berlín, el expansionismo soviético, el socialismo real y sus perversiones más notorias.
El 2 de junio de 1977, cuando se dirigía a la sede milanesa de su periódico, fue atacado por dos miembros de las Brigadas Rojas, que lo hirieron gravemente con cuatro disparos en las piernas. Tan pronto como se recuperó, lanzó una campaña contra el terrorismo. «Están muy equivocados [los terroristas] si creen que pueden callarme.» No obstante, años más tarde asistió a una exposición organizada por los reclusos de la cárcel de Milán, en la que participaban sus dos asaltantes, a los que estrechó la mano y perdonó.
Il Giornale, atrapado en medio de los grandes cambios tecnológicos de la prensa, sin superar los 100.000 ejemplares, tuvo una penosa vida financiera, que superó en parte gracias a la entrada como accionista de Silvio Berlusconi en 1978. Montanelli hizo famosa su Controcorrente, una glosa diaria de sólo cinco líneas en las que mostraba su marcado sentido crítico, su sarcasmo y su sentido del humor.
Nunca quiso actuar en política. Su creencia en un periodismo libre de cualquier cortapisa se manifestó nítidamente cuando en 1991 declinó el nombramiento de senador vitalicio que le propuso el presidente de la república, Francesco Cossiga, al que escribió: «Desgraciadamente, mi creencia en un modelo de periodista absolutamente independiente me impide aceptar una oferta tan halagadora».
Por la misma razón, en enero de 1994, cuando Berlusconi se lanzó al ruedo de la política, en contra del consejo de Montanelli, éste ofreció una nueva lección de independencia. Prefirió dejar Il Giornale antes que someterse a los dictados del naciente imperio mediático de Il Cavaliere.
Entonces creó otro diario, La Voce (marzo de 1994), que censuró acerbamente la gestión del primer gobierno de Berlusconi y, sobre todo, sus concesiones a Umberto Bossi y a los separatistas de la Liga Norte.
La Voce tuvo una vida efímera, Montanelli se vio forzado a suspender la publicación en 1995, agobiado por las dificultades financieras.
Con ochenta y siete años, volvió al Corriere para escribir una columna diaria, titulada «La stanza de Montanelli», en la que respondía a las cuestiones planteadas por los lectores.
Su último juicio político lo expresó pocos días antes de morir( Milán, 2001), en respuesta a una pregunta histórica sobre Filippo Turati, líder y fundador del Partido Socialista, y la escisión antibolchevique de 1922: «Creo que la izquierda, como fuerza política, está bastante degradada. Pero, en compensación, enarbola una bandera que tarde o temprano volverá a encontrar un ejército».

Además de escribir miles de artículos, crónicas y reportajes, fue un gran divulgador de la historia italiana y universal con libros como Historia de Roma (1957), Historia de Grecia (1958), Encuentro (1961), Garibaldi (1962), Dante y su siglo (1964) o Italia de los siglos (1965). Entre sus obras de ficción destacan la antes citada El general De la Rovere y Los sueños mueren al alba, ésta última inspirada en la revuelta húngara de 1956; ambas fueron llevadas al cine.

Sus libros de Historia son ideales para el que no esté demasiado interesado en leer un libro de historia (aunque ya he dicho que no es el típico libro de historia, no deja de ser un libro de historia). No esperéis un texto academicista o aburrido, lleno de notas a pie de página. Montanelli se sitúa a un nivel que cualquier lector puede entender desde las primeras páginas.En este sentido cumple con lo que se propone:

"No he descubierto nada con este libro(refiriendose a Historia de Roma). La obra no pretende aportar 'revelaciones', ni tan siquiera dar una interpretación original a la historia de la Urbe. Todo lo que explico ya ha sido explicado. Solo espero haberlo hecho de una manera más sencilla y cordial, a través de una serie de retratos que iluminan a los protagonistas con una luz más auténtica, desnudándolos de los ornamentos que hasta ahora los escondían".
No debemos olvidar que en sus libros hay mucho de autoría propia y que a veces se echan de menos fuentes, pero este es un precio asequible a cambio de un relato tan fresco y vivo.


Seran cosas mias, pero me parecio reconocer una bonita similitud entre sus libros de historia, (al dejar de lado tanto dato y exactitud, y tratar la historia de otra manera mas sencilla), y su ideal de mujer:

"Alta, flaca, vestida de terciopelo negro, con un largo, blanquísimo cuello de cisne. Los ojos azules. Los cabellos de oro. Infinitamente dulce, aérea, alegre. ¡Ah, si encontrase una criatura semejante…! Cada noche la acompañaría a su cuarto, la desnudaría, y la metería en el lecho cubriéndolo de rosas. Y correría al burdel en busca de una puta gorda, desinhibida y vulgar".

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