martes, 4 de septiembre de 2012

Letras de guerra.




Caminas por una carretera que sabe a guerra, donde sus arcenes, que apenas existen, son todo batallas. Las líneas son la discordia y el surrealismo diario. Una lucha para no salirte de ella, que te deparará quebraderos de cabeza, pensamientos insanos y risas con la muerte. La exposición al sol y el peligro de ser comido por los buitres carroñeros, probablemente, sea lo que menos te preocupe. Y su asfalto, que arde como la mismísima tierra de la que ahora te quieres alejar, te absorbe por los pies, comiéndote muy lentamente. Untándote, pringándote de un fuerte e insoportable olor a vida muerta. Y en esas, que oyes letras de guerra que matan tu tiempo. Eres tú contra el tiempo y la carretera. Contra la guerra, el asfalto, las letras y el olor a muerte que aumenta por metros. 

Te girarás hacia atrás y observarás una nube densa que terminará por cubrirte, asfixiarte y matarte. Del más lejos cosmos se acerca sin ningún otro fin que tragarte. En su interior guarda únicamente gas toxico y materia podrida. Ya no sólo debes de luchar contra carreteras, líneas, surrealismo y vidas que atrás dejas. Ahora, tu nuevo compañero de viaje, hará por qué no te detengas, ya que por el contrario, sucumbirás al desmallo y a la disipación. A la evaporización o extracción. A la muerte o la extrema y difícil codicia por sentir, que eres y serás, un guerrero con cientos de batallas. Batallas personales que a veces no quedan atrás. Pero batallas, que algún día desaparecerán.

Y por entonces, igual ya hayas dejado de caminar. O bien porque el asfalto te haya tragado, o, porque esta vida te haya malinterpretado y de ella bien te hayas apartado. Quién sabe si esa nube realmente procedía del cosmos y contenía lo que mencionaba. Quizás, igual,  en uno de esos pequeños arcenes: tropezaste, caíste y bajo tierra yaciste. 

Letras de guerra que matan tu tiempo. Tanto tiempo, que ni lo existe para poder pensar en ello.

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