La pequeña y desafortunada
empresa vive desde un buen tiempo atrás una, o, la más absoluta y brutal crisis
laboral, no ya que yo recuerde, sino que recuerden, incluso, los más grandes
del sector y fuera de él. Tristemente van cayendo una detrás de otra, sin
compasión ni estipulación. Dejan atrás sangre y sudor de muchos años de dura
lucha contra las grandes empresas de su propia ciudad, como con las de fuera
–muy corriente últimamente esto. Presupuestos guardados y llenos de polvo salen
a la luz para comprobar boquiabiertos los precios por los que en un tiempo
atrás se trabajaba y por los que se hace a día de hoy. Muchos de ellos
(obreros) y muchas de ellas (empresas) dando siempre lo mismo de sí y entonces
e irremediablemente, salta la pregunta más obvia. Otros, esas nuevas empresas que
emergen de un día para otro; pagando míseros sueldos, ahorrándose el dinero del
seguro de sus obreros para su futuro coche –de gama alta - y comprando
materiales de segunda para su nueva casa en la huerta con todo tipo de lujos… o
en la playa, o en la gran vía, o donde
plazca. Por esto y, por supuesto, por el brutal asesinato que ha sufrido la
construcción de mano del gran empresario – que muchas veces ni lo era – que
quiso y ha querido (desde el 2008 por centrarnos en un punto de partida),
hacerse millonario en cuestión de días o meses. Ahora, pues toca meterse el
ladrillo por donde nos quepa, porque no hay ni para levantar un simple pared de
un baño.
No paramos de perder dinero día
tras día, porque no generamos, porque no hay ni una pizca de luz a lo lejos de
que vaya a haber cualquier solución a esta estrepitosa y preocupante situación.
La avaricia nos ha hundido en el pantano más fangoso y lúgubre que jamás
hubiéramos imaginado. La codicia de unos está matando la vida de otros; hogar,
alimentos y ropa. Tres palabras esenciales que todo ser humano debería de tener
desde que sale el sol hasta que se pone. La lucha por sobrevivir en este
sistema que nosotros mismos hemos construido está haciendo que la gente trabaje
por el más ridículo de los jornales mensuales que se haya conocido. Hace mucho
tiempo – y esto sí que es triste -, que dejó de existir la familia y los amigos
a la hora de conceder un trabajo. Por dos euros, paso de tu cara y sí eres
familia, que más me da. Los actuales presupuestos hacen sonrojar a más de uno y
de dos. Dejan en vergüenza a unos y satisfacen a otros. Las consecuencias… a la
larga se pagan. Sólo importa lo más barato, lo más ruin. Ni amigos, ni
familias.
Qué sí, que es cierto que no hay ni
para pipas. Pero volvemos al comienzo de todo nuevamente.
Y sí a todo esto le sumamos, que es
elocuente que debemos hacerlo, la increíble gestión del presidente que salió y
del que entró hace unos meses. Pues podemos ponernos contra una pared y decirles
“a discrecionnnnnnn”. Sinceramente, no
me ha gustado Zapatero. Evidentemente, deseando que se marche el señor Rajoy y su
forma tan peculiar de mandar sobre el resto de ciudadanos. Rajoy es lo más
nefasto e irrisorio que este país va a tener como político en toda su historia
de democracia. He dicho democracia? Dictadura, perdón, quería decir dictadura.
Las gestiones del gobierno están arrasando y dejando a este país, incluso, sin
lo más mínimo y necesario. Pronto, el nuevo Sáhara.
La pequeña empresa es más pequeña
que nunca. Ya sólo queda dar vueltas entre apuntes y presupuestos: m2, m
lineales, mano de obra, materiales, seguros, licencias, etc… El pequeño comercio desaparece entre sus
estanterías y cámaras de carne.
La pequeña empresa ha sido mi
vida, de la que he comido y con la que he crecido. Señores y Señoras, sin la
pequeña empresa, sin el pequeño comercio; no habrá vida.
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