Rugían las vías del tren y mi alma más lejos te sentía.
Acomodada por el acomodador y con la cabeza agachada te encontrabas.
Acomodada por el acomodador y con la cabeza agachada te encontrabas.
Escribías y escribías y nadie imaginaría lo que ahí escondías.
Tristeza? Amor? Soledad? Lluvia o felicidad?
Saltaban chispas y eso calentaba mis pies, mi cuerpo y mi piel, pero te alejabas y el frío volvía a distorsionarme otra vez.
Tu vida de loba escritora, la mía de solitario en el espacio.
Tu alma blanca, tu alma tatuada, tu alma delicada se alejaba y las vías del tren enloquecían y suspiraban.
Mi alma, negra y vacía, sin distorsión alguna, rota y quebrada por las vías del tren. Se abría y sucumbía por tu lejanía.
Todo visto, todo escrito. Sangre, vías, vidas vacías y negras como el carbón de aquellos días.
La lejanía física y la cercanía del sueño, el combate de cada día. Lucha de plumas negras con sabor a rojo vida, con sabor a negro muerte.
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